El infinito en Borges

Dani Molina conversa con Emiliano Chamorro

por | 30/01/2020

Emiliano: Dani, el otro día en el curso que estás dando sobre Borges acá en el Instituto Baikal hablabas sobre el infinito. Y hablabas del infinito en El Jardín de los senderos que se bifurcan y en El Aleph, en el tiempo y en el espacio. 

¿Cómo es eso?

Dani: El infinito es uno de los temas que Borges más trata, porque es el tema más complejo de entender intelectualmente. Decir que el universo es infinito significa que no tiene límites, es decir, que no hay forma de medirlo con respecto a una medida que tengamos como… nuestro cuerpo o el árbol que tengamos al lado o el paisaje gigantesco que vemos cuando vamos a Bariloche. Aún así, no podemos tener una idea del infinito.

Imaginate que, sin embargo, ese infinito lo podemos pensar en nuestro cerebro. Y nosotros, que somos tremendamente pequeños, que estamos dentro de la Tierra que es pequeña dentro del Sistema Solar que es pequeño dentro de la galaxia que es pequeña dentro del grupo de galaxias en la que estamos que es pequeño respecto de todo el Universo. Sin embargo, podemos pensarlo.

A Borges le maravilla esa capacidad humana de poder entender y pensar el infinito. Pero, a la vez, nos muestra que hay muchos infinitos. Por ejemplo, el Aleph es como los números transfinitos, que tienen muchos infinitos dentro del mismo infinito. En el sótano de la calle Garay está el Aleph, que es un infinito que nos permite ver el universo, y además nos permite ver el universo desde todos los puntos de vista. Luego dice que hay otro Aleph que nos permiten ver infinitos mejores y nos permiten acercarnos, incluso por el sonido – dice que hay un rumor de infinitos dentro de una columna-, etc.

Por otro lado, en El jardín de los senderos que se bifurcan piensa: imaginemos ahora un tiempo infinito, ya no es un espacio gigantesco respecto a nosotros, sino un tiempo infinito. ¿Cómo lo podemos pensar? Entre otras cosas, como un tiempo no lineal. No hay un pasado, presente y futuro que están sobre una línea sino que ante cada evento de la historia que se te ocurra pensar hay como mínimo dos alternativas. En realidad son infinitas, pero supongamos que tenés dos alternativas. Por ejemplo, yo podría salir de mi casa y venir a grabar este podcast con vos o podría quedarme durmiendo, o en casa haciendo algo, o muchas otras alternativas. Lo que hacía a su vez tenía alternativas. Si me quedaba leyendo, ¿qué iba a leer? ¿El libro que más me gusta, que tengo ganas de leer que tengo ahí arriba de la mesita de luz, o terminar el que no me gusta tanto que estoy terminando? Y así, según lo que hiciera en esas alternativas… Acá, cuando venimos a hablar de podcast pensamos un par de alternativas para grabar primero, pero si grabamos éste da una cosa, si grabamos otro da otra.

Yo tuve un problema en el subte para venir. Supongamos que el problema hubiera sido más grave y no hubiera llegado. En ese caso, yo vine hacia acá pero la alternativa me dio que no llegaba. En otra alternativa llegaba más rápido, entonces en vez de grabar un podcast grabamos tres. Todo esto abierto en abanico es infinito. 

Borges nos mete en los dos, y no solo eso, sino que lo problematiza, lo complejiza y nos mete a pensar en todo eso. Para mí es fascinante. Es uno de los viajes más maravillosos que una persona puede hacer.

E: Es increíble. En lo primero que decís, es como si hubiera algo de fractales, de Mandelbrot. En lo segundo es como si hubiera algo de multi-universos, es decir, que hay infinitas posibilidades más allá de lo que terminó pasando. Es algo muy de Kahneman y de cosas bastante actuales. Es como si Borges se hubiese anticipado en el caso de Kahneman o incluso retomado en el caso de Mandelbrot en el caso de los fractales. 

D: Mandelbrot saca el tema de los fractales después de El Aleph. No muchos años después, pero sí unos años después. El Aleph es anterior a la teoría del fractal. (El Aleph) tiene fractales, pero nadie los llamaba fractales. Deberíamos hablar del ensayo de Kafka y sus precursores donde Borges sería un precursor. 

E: ¿Puede ser que dice que todo autor inventa a sus precursores?

D: Claro. Cada genio inventa a sus precursores. Nosotros vemos algo de Kafka en tal o en cual pero nosotros no nos dábamos cuenta de que iba a venir un Kafka que los iba a resumir. Acá el genio está antes, porque Borges piensa el fractal -todavía no se llama así- y alguien va a sacar esa teoría que ya estaba en Borges.

En el caso del infinito en el tiempo que es lo que va a tratar de explicar Richard Feynman. Dos años después de que se publique El Jardín de los senderos que se bifurcan, Feynman termina su tesis en la cual va a estar el germen de lo que va a ser su teoría del tiempo cuántico. El mapa del tiempo cuántico lo va a sacar casi cinco, seis años después. Así que prácticamente, entre que Borges lo hace, lo muestra y Feynman hace el mapa del tiempo cuántico -que tiene que ver con esto de que se abren dos oportunidades a la vez y según lo que pasa en cada una se abren otras oportunidades y otros caminos, pero explicado matemáticamente- pasan casi siete u ocho años. Obviamente (Borges) no está sacando la teoría del tiempo cuántico ni la teoría del fractal, pero están las dos imágenes visibles de los que una década más tarde va a ser el tiempo cuántico y la teoría fractal. 

E: Él decía que la realidad copiaba a la literatura. Acá lo que estamos diciendo, con alguna licencia, es que la ciencia copió a la literatura, o por lo menos hubo algo en la literatura que anticipó a la ciencia, o por lo menos a la formalización.

D: Sí, en este caso podemos decir que hay un espíritu de época en la cual tres o cuatro mentes geniales se comunican sin conocerse. Ni Feynman conocía a Borges en ese momento. Borges era muy poco conocido incluso en Argentina, era conocido en el círculo de los intelectuales más exquisitos. Cuando Feynman saca su teoría, Borges recién acababa de ser traducido una selección de cuentos entre los que estaba El jardín de los senderos que se bifurcan. El libro se llamaba El laberinto, que no existe en castellano, lo armaron con retazos de otros libros. En inglés sí fue la primera traducción, pero fue una tirada muy pequeña y no circuló, y es muy difícil que Feynman lo hubiera leído antes de su teoría. Es más, su teoría aparece casi en el mismo momento que ese libro en inglés.

En el caso de Mandelbrot creo que tampoco lo había leído a Borges. 

Luego de que estas teorías empiezan a funcionar y de que Borges empieza a ser conocido a nivel mundial, todo el mundo empieza a relacionarlo. Hay un artículo, creo que de Scientific American del sesenta, donde alguien recomienda leer El jardín de los senderos que se bifurcan para entender la teoría cuántica. 

E: Taleb, que es una de las personas que leemos acá en Baikal, un borgeano visceral, dedica The Black Swan o el libro anterior que se llama Engañados por el azar, a Mandelbrot. Es decir que él está de alguna manera, desde su narrativa, uniendo el concepto de fractales de Mandelbrot, que después usa un montón, con esa intuición literaria que tenía Borges. 

D: (…) Es muy raro que en el planeta dos personas cultas se pongan a hablar de fractales. Nosotros en Argentina hablamos de fractales porque tenemos a Borges. Nos hemos acostumbrado a que Borges hizo fractales, fue nuestra puerta de entrada a los fractales. (…) El fractal no es una cosa que se encuentra en el bazar. A nosotros nos parece bastante común, por lo menos el nombre aunque no sepamos exactamente la teoría porque ya tenemos a Borges como una base de pensamiento del mundo fractal donde cada cosa se replica de lo más alto a lo más pequeño. 

E: Para nosotros Borges es como una puerta de entrada. ¿Te parece que es por la cercanía, porque es un tipo que vivía cerca, por el idioma? Nosotros los argentinos accedimos a un montón de cosas, y nos iluminó un montón de cosas que a lo mejor hubiesen terminado siendo lejanas.

D: Es un lujo que todavía no nos dimos cuenta que tenemos. Borges nos inventó una biblioteca nueva, a los argentinos, que muy pocos pueblos tienen. Una biblioteca popular, y con popular me refiero a la clase media culta lectora. Donde cientos de miles de personas acceden a una biblioteca muy sofisticada que hay muy pocos públicos cultos en el mundo que tienen: el inglés, el francés, no sé si el universitario norteamericano especializado en literatura y nosotros. Los japoneses no sé porque oriente conozco poco. 

Tuvimos la suerte de que Borges nos abriera una biblioteca enorme, que después de nuevo tuvo Cortázar. Como Borges que nos hizo leer muchas cosas, Cortázar nos hizo leer otras cosas. Son dos grandes bibliotecas que tenemos y eso nos abrió muchas puertas.

E: Es curioso como Borges fue director de la Biblioteca Nacional y, de alguna manera, estás diciendo que fue un curador de literatura universal para nosotros. 

D: Es un curador de lecturas. Uno lee Borges y le dan ganas de leer lo que Borges está citando, hablando. Los ensayos. De repente Borges leía libros rarísimos, ingleses sobre tramas con respecto a interpretar el tiempo, una edición que tenía ochocientos ejemplares, cinco en Oxford, tres en Cambridge y un poco más, y nadie la leyó salvo Borges acá. Nosotros la discutimos, algunos. Y son libros que casi no ha leído nadie y circula.

E: En alemán pasa lo mismo cuando de repente no va a Goethe, sino que va a autores mucho menos conocidos universalmente.

D: Sabe encontrar la genialidad donde la mayoría no la ve, y al mismo tiempo tiene la generosidad de compartirla. Hay en Borges un gesto que nos ha enriquecido a nosotros, que es saber curar una biblioteca. Una biblioteca bastante cimarrón y rara, porque no es sistemática, no dice tienen que hacer esto, esto y eso y al final se reciben de esto, sino que abre puertas para todos lados y perdete en eso. 

E: Inclusive decía que aún en una literatura muy chiquita de un pueblo muy chiquitito uno puede encontrar casi todas las respuestas. Tiene esto de buscar en cosas ocultas lo que a lo mejor el canon diría que solo se encuentra en los grandes autores.

D: A él (Borges) le gustan muchos autores que podríamos llamar menores o pequeños como Verlaine  y de otros autores es crítico. Por ejemplo, Shakespeare. Todo el mundo dice “a Borges le encanta Shakespeare”, y en general no. No le gusta tanto Shakespeare, le gusta Macbeth a la que sí considera como una genialidad. 

E: Hasta lo pone como un no-clásico. Dice no sé si Shakespeare va a estar dentro de no sé cuántos años, va a seguir, sí, pero sí pone a Quevedo.

D: Creo que tiene como un gesto rebelde y un poco iconoclasta de querer hacerse el polémico. Le gustaba mucho eso, tenía ese espíritu vanguardista. Pero, hablando en la intimidad con Bioy más de una vez lo critica a Shakespeare muy duramente, incluso en términos éticos y políticos. En un momento, enojado con una lectura que hubo de Hamlet, dice que Hamlet era un compadrito y que si viviera hoy sería peronista. Eso demuestra que está muy enojado con Shakespeare. 

Y sin embargo le gusta Verlaine. Si vos hacés un censo entre la gente culta que lee poesía francesa para ver cuáles son los cinco mejores poetas franceses del siglo XIX, muy difícilmente lo pongan ahí. No porque no sea un gran poeta, pero en el canon no está tan alto.

E: Tenía una relación complicada con los franceses Borges, ¿no? El es muy inglés por su abuela. Recuerdo una vez en un pasaje alguien que le preguntó si quería hablar en francés o en castellano, dijo: hablemos en francés, un idioma tan bello que no necesita ni un Dante ni un Quevedo.

D: Es muy irónico, obvio. 

A mí me parece que justamente ahí hay en Borges un gesto en contra de la corriente. El lector culto argentino en su juventud, es decir de los veinte a los cuarenta, leía en francés. Para la Argentina de 1870-1950, en donde la economía giraba en torno a Inglaterra y la cultura en torno a Francia, la gente culta leía francés. Una de las críticas que se le hacía a Roberto Arlt era que no sabía leer francés, y el problema era que había muy pocas traducciones en esa época y en Argentina mucho menos ya que casi no había editoriales. Si uno no leía en francés no estaba actualizado de lo que estaba pasando en el mundo de la edición internacional. Borges, al rechazar todo eso, se está oponiendo al gusto argentino internacional. Pero también es cierto que acierta al elegir la literatura inglesa que era por un lado fantástica y por otro tenían las traducciones que Inglaterra traía de todo el planeta, desde Las mil y una noches hasta literatura india, china, etc. Borges en realidad se estaba abriendo a un lugar que era interesantísimo y que la gente culta argentina se lo perdía porque tenía como foro a Francia. No era un foco tonto, porque por ejemplo la intelectualidad norteamericana también era francófila. Oscar Wilde cuando vuelve de Estados Unidos y da las charlas en Inglaterra dice: cuando un norteamericano bueno muere su alma se va a París. Era un poco el sentido ese de que Francia era la cultura de occidente, y Borges al adoptar a Inglaterra quiere ir contra esa corriente.