Metacognición: entender nuestro propio pensamiento

Melina Furman conversa con Emiliano Chamorro.

por | 21/02/2020

 

Emiliano: Meli, mientras más te escucho más pienso que el punto final es la metacognición. Como que todo desemboca en metacognición. ¿Es así?

Melina: Yo soy una especie de obsesiva, obsesionada con la metacognición porque de veras creo que es uno de los secretos mejor guardado -por suerte ya no tan guardado- en cómo ayudar a otros a aprender mejor.

E: ¿Cómo es? ¿Qué es?

M: Metacognición es una palabra fea en realidad, técnica. Meta es más allá, ir más allá de la cognición, poder pensar sobre tu propio pensamiento, sobre qué entendés, qué no entendés, sobre en qué te trabás, sobre cómo sos como aprendiz, cuáles son tus fortalezas. Es el autoconocimiento de uno mismo aprendiendo, que te ayuda justamente a aprender mejor. 

E: Es como ver el asado desde afuera y no estar en la parrilla, ¿no? Decir: che, a esto le falta cocción de este lado o esta parte está bien. Osea, es cuando nosotros estamos aprendiendo algo es tratar de ver el tema desde afuera y ver en qué punto estamos.

M: Totalmente. Es como hacer un zoom out, mirar de más lejos. Pero no solo ir viendo cómo vamos. Hay tres momentos que está bueno diferenciarlos cuando hablás de metacognición.

  • Primero el antes, que es pararse para aprender. Uno en general se mete de cabeza y ya. Esto lo digo porque está bueno enseñar a desarrollarlo. Por un lado es ¿qué quiero aprender? ¿qué ya sé de esto?¿qué me falta?¿cómo me voy a organizar para aprender? Ésa es la primera parte de planificar el aprendizaje.
  • Después está el monitoreo, el durante. ¿Cómo voy?¿cómo está el punto de cocción, está ya cocido, está a punto caramelo?¿qué me falta?
  • Y por último, el después. ¿Qué aprendí?¿llegué o no llegué a donde quería?¿qué me falta?¿qué pasó en el medio?¿qué me dió resultado para seguir adelante cuando entré en un atrolladero? Hay mucha investigación sobre esto, desde los años setenta. 

Hay mucho meta análisis, que son investigaciones que miran todos los estudios sobre un tema a la vez, y se ve que que dentro de las intervenciones educativas de lo que uno puede hacer para aprender mejor, la metacognición está en el top tres.

E: ¿Se supone que nosotros tenemos que entrenar a los chicos y a las chicas a que tengan metacognición? Es decir, que sean conscientes de su propio proceso de aprendizaje. ¿Desde qué edad? ¿Cómo funciona esto?

M: Desde re chiquitos. Hay un montón de trabajo hecho desde jardín de infantes. Hay un libro que a mi me encanta que se llama Metacognición y reflexión de Rebeca Anijovich. Hicieron una experiencia con nenes de jardín de infantes donde los empezaron a poner en modo aprendiz, a estar atentos a cómo aprenden desde re chiquititos y los resultados son muy increíbles porque es empezar a tener las antenas encendidas. ¿Qué me está pasando a mi cuando aprendo y cómo sacarle el jugo a ese rato que uno pasa aprendiendo algo?

 

E: Hay una historia de ajedrecistas, ¿no? Creo que los ajedrecistas tenían alguna indicación de que tenían como una valoración superior a cómo ellos mismos en general son como ajedrecistas respecto a lo que son. Es decir, en algún torneo estaba como muy desfasado el que todos se consideraban mejores ajedrecistas que el promedio y obviamente todos eran el promedio porque el promedio se sacaba de todos.

¿Hay algo en algunas disciplinas que falle estructuralmente el tema de la metacognición?

M: Hay estudios, con gente que juega al ajedrez y con otras habilidades como matemáticas, incluso con habilidades humorísticas -¿qué tan gracioso uno es?. Hay un efecto, el efecto Dunning-Kruger en donde justamente lo que ellos veían, estos dos autores, es que en la medida en que uno menos competente es en algo más desfasada está tu percepción de cuán bien lo haces de cómo lo hacés realmente. Cuando uno realmente va aprendiendo, vas ajustando más tu autoevaluación a lo que de veras podés hacer. 

E: La famosa idea es que saber es saber tus propios límites.

M: Totalmente. Y ellos dicen (Dunning y Kruger): cuanto más incompetente sos, más creés que sabés un montón. Eso es parte de lo que tenés que empezar a enseñar cuando alguien quiere aprender algo, a más o menos testear cómo estás con ese algo.

E: Está buenísimo. El otro día estábamos leyendo acá en Baikal un libro de Kahneman, Pensar rápido, pensar despacio, y una de las cosas que me llamó la atención es que la ignorancia da seguridad. Dice que la gente que es ignorante respecto de un área en general es muy segura respecto de ése área, muy segura y equivocada. 

M: Pasa un montón. Y después uno ya entra en un momento donde está un poco más ajustado, la pasa un poco peor, está un poco menos confiado pero por lo menos resuelve mejor que si es un incompetente total y anda por la vida con toda seguridad. A mi me encanta esto porque se puede hacer fácil en cualquier lado, en cualquier aula, en jardín, en primaria, secundaria, en adultos, acá en Baikal lo hacemos un montón. 

Pareciera que trabajar la metacognición es algo gigante y esotérico y en realidad se trata más bien de hacer cosas bien chiquitas enfocadas en darle tiempo al otro a que pare la pelota y piense. Mis favoritas son unas que se llaman tarjetas o tickets de salida donde das una clase y al final parás para decir “bueno, el momento eureka de esta clase ¿cuál fue?, o una idea que todavía no entendiste, o ¿en qué te vas pensando?”

E: Eso fue un antes y un después. Yo daba clases y básicamente terminaba y nos íbamos todos. Y acabo de terminar un curso y les hice una tarjeta de salida en el curso de finanzas para emprendedores y la gente pone en valor mucho de lo que hizo.

M: ¡Muy bien! Es que para aprender uno necesita darse cuenta de lo que aprendió. Para que el aprendizaje sea profundo, para que te quede, para que no pase de largo tenés que tomar consciencia.

E: Hacer el aprendizaje visible, ¿no?

M: Totalmente. Que uno pueda sacar a la luz lo que aprendió, porque eso hace que lo aprenda mejor. No es que estaba ahí y solo no lo había dicho, sino que al decirlo y sobretodo al escribirlo uno profundiza eso que sabe, lo pone en palabras. También sirve hacer el aprendizaje visible para evaluar, para saber lo que el otro entendió. Yo en la universidad daba clases muy masivas, cien personas, y era muy difícil ver qué estaba pesando cada una y al final hacíamos una tarjeta de decía que era una idea clara que se hayan llevado, y ahí me daba cuenta de un montón de cosas que no habían entendido o que habían entendido al revés. Lo que ponían ahí yo decía “uy, pucha, no entendieron la mitad de las cosas, la vez que viene retomo”.

E: ¿En casas cómo hacemos?

M: En casa es no estructurado pero sí tener todo el tiempo el chip puesto de esto de ayudar a que los chicos se vayan dando cuenta de lo que saben y cómo lo saben. Entonces, en las conversaciones cotidianas es “ah, buenísimo, ¿cómo te diste cuenta?¿en qué fijaste para decir eso?¿qué te hizo decir eso?”. Es empezar a registrar lo que nos pasa por la cabeza, y eso es justamente una de las bases para generar autonomía en el aprendizaje. Estar todo el tiempo con la lente encendida, pero no desde el deber ser o la obligación sino como un modus operandi donde todo el tiempo estás mirándote.

E: Muchas gracias.