El Dios Vencido (Borges y Xul Solar)

por | 18/06/2020

La relación de Borges con Xul Solar se basó en la admiración intelectual mutua. Establecieron una relación personal a partir de fines de 1924, poco después de que ambos regresaron a Buenos Aires, luego de pasar varios años en Europa.

Esa relación continuará hasta la muerte de Xul, a comienzo de los 60, a pesar de circunstanciales desavenencias políticas durante el gobierno peronista. 

Xul, que había nacido en 1877, era 12 años mayor que Borges. Esa diferencia de edad marcó también la relación entre ambos. De alguna manera, la relación con Xul es un espejo invertido de la que Borges tuvo con Bioy Casares.

Borges y Xul se conocen a partir de la común colaboración en la revista Martín Fierro, pero la primera mención que Borges hace de su amigo es en un ensayo de 1925 titulado El idioma infinito. 

A Borges, desde el comienzo de la relación con Xul le va a interesar el conocimiento profundo y erudito que este tiene de unas 10 lenguas, entre las que figuran algunas aborígenes y otras clásicas, como el sánscrito. Podríamos decir que Borges se enamoró de la biblioteca de Xul, repleta de libros en varios idiomas.

Borges amaba los libros pero cuando estimaba a alguien le prestaba los mejores que poseía y nunca los reclamaba. En la biblioteca de Xul se conservan incluso hoy varios libros que Borges le dio para que tradujera tal o cual cuento, tal ensayo o algunos párrafos.

El amor por la biblioteca no es un tema menor: Borges siempre destacó que se crió en una biblioteca “de ilimitados libros ingleses”, que fue la de su padre, herencia de su abuela paterna Frances Haslam. Y que se figuraba el paraíso bajo la forma de una biblioteca.

La fascinación que ejerció Xul sobre Borges en la segunda mitad de los 20 es visible en el uso cimarrón que Borges hace del castellano en sus escritos de esos años. Usa muchas de las formas lingüísticas que Xul estaba ensayando en esa época, como el acriollamiento de las palabras (escribe “realidá”, “ciudá”, “atontáo”), por ejemplo.

Los años más intensos de colaboración intelectual entre Borges y Xul son los 20 y los 30 y las menciones fundamentales acaban en un cuento, publicado por primera vez en el número 68 de la revista Sur (1940) y poco después en el libro El jardín de senderos que se bifurcan, integrado más tarde en Ficciones. Ese relato es el más complejo, desde el punto de vista filosófico, de los escritos por Borges: Tlön, Uqbar, Orbis Tertius.

Durante los años de intensa colaboración, Borges y Xul participan juntos en varias revistas. Luego de Martín Fierro, publican en Azul, la Revista Multicolor de los Sábados (que era el suplemento cultural y social del diario Crítica), en Destiempo y en los Anales de Buenos Aires. En varias de esas publicaciones Borges fue el director (en la Revista Multicolor, Destiempo, Anales) y en todas ellas le solicitó traducciones a Xul para ser publicadas en esas revistas.

Si bien Borges admiraba la compleja y multidimensional figura de Xul, lo que más valoraba de su amigo era su capacidad de invención y sus ideas sobre el lenguaje. Antes que el pintor o el místico, el Xul que a Borges más le interesaba era el inventor de lenguajes y el traductor. 

Borges y Xul compartían el interés por el expresionismo alemán en el arte, por los poetas místicos (Blake, Swedenborg, Swinburne), por algunos exponentes marginales de la filosofía alemana (como Novalis o Schopenhauer) y por la literatura fantástica (en especial por textos que conjugaban lo fantástico con lo místico, como El Golem, de Gustav Meyrink).

Hasta aquí las coincidencias entre Borges y Xul, pero son más y son más estratégicas sus diferencias. Xul no publica nada. No quiere publicar nada porque considera que todo texto, por excelente que parezca, al ser falsamente terminado ya puede volver a ser corregido y mejorado. Por lo tanto, toda su producción es secreta e íntima. A lo sumo los amigos (Borges, por ejemplo) acceden a algunos de sus textos durante la vida de Xul.

Por el contrario, Borges publica todo lo que escribe y, además, escribe mucho pensando en que va a ser publicado en medios relativamente masivos, como diarios y revistas.

Se da la paradoja de que el nacionalista y hasta cierto punto “populista” Xul escribe textos herméticos, en una lengua inventada por él, y se niega a difundirlos. Por el contrario, el elitista Borges publica mucho en medios masivos y difunde todo lo que escribe. 

Esta diferencia paradójica marca no solo la relación intelectual entre ambos escritores sino que además determina la forma en que Xul aparece en dos textos que son centrales en la obra de Borges.

Casi todas las menciones a Xul en los textos borgeanos de los 20, 30 y 40 están relacionadas con el lenguaje. Así sucede en “El idioma infinito”, “La inscripción en los carros” y “Las kenningar” y en la mención explícita en “Tlón, Uqbar, Orbis Tertius”, además de la mención no claramente explícita que hace de Xul en las fuentes de sus relatos en Historia universal de la infamia.

En esa mención de Tlön se cita una frase en el idioma de tlönico (hlor u fang axaxaxas mlö), se la traduce al castellano (Surgió la luna sobre el río), pero para explicar cómo funciona ese idioma se la vuelve a traducir tratando de conservar la sintaxis y transformando los verbos y sustantivos según la gramática del planeta inventado: “hacia arriba detrás duraderofluir luneció”.

A continuación, el narrador cita la traducción que propone Xul de esa frase, sin aclarar que lo hace desde uno de los idiomas que él había inventado. Así queda la frase en la versión de Xul: “upa tras perfluye lunó”. Y desde esta versión de Xul se propone una versión inglesa, que podría haber realizado James Joyce: “Upward, behind the onstreaming, it mooned”.

Tlön, Uqbar, Orbis Tertius es un cuento que trata de hacer sensible un universo organizado tal como podía pensarlo el idealismo de Berkeley. Ese universo aparece en este universo de la mano de una enciclopedia y lo termina desplazando.

El cuento comienza con una búsqueda, casi policial, de una cita. En una quinta de Ramos Mejía, mientras Borges y Bioy Casares hablan de la noche y los espejos, Bioy recuerda una frase que, al citarla, maravilla a Borges: “Los espejos y la cópula son abominables porque multiplican a las personas”. Y se la adjudica a un heresiarca de Uqbar.

El resto del cuento narra la búsqueda de la fuente de esta cita, el descubrimiento de una enciclopedia que habla de otro mundo, la reflexión sobre este fascinante mundo y las transformaciones que sufre nuestro mundo a partir de que las mayorías comienzan a creer en la nueva lectura del universo.

La cita que da pie al cuento ya había aparecido en un relato que Borges publicó en Historia universal de la infamia (1935). En ese libro Borges recogía varios relatos que había publicado en la Revista Multicolor entre 1933 y 1934. El relato en el que aparece la frase que cita Bioy en el cuento de Ficciones es El tintorero enmascarado Hákim de Merv.

Hákim, el héroe infame del cuento, es un profeta hereje del Islam. Como el resto de los relatos de la primera parte de Historia universal de la Infamia, este también está basado en hechos reales, aunque Borges los adecua a sus necesidades narrativas.

Al ser vencido el falso profeta, todos sus escritos fueron quemados y se prohibió citar sus herejías. Por lo tanto no quedaron rastros de su teología. Sin embargo, Borges da cuenta en extenso de ella; asimilándola a lo que conocemos de los gnósticos, que compartieron los dos primeros siglos con el cristianismo primitivo antes de ser erradicados por la iglesia triunfante.

Así describe Borges la herejía de Hákim: 

“En el principio de la cosmogonía de Hákim hay un Dios espectral. Esa divinidad carece majestuosamente de origen, así como de nombre y de cara. Es un Dios inmutable, pero su imagen proyectó nueve sombras que, condescendiendo a la acción, dotaron y presidieron un primer cielo. De esa primera corona demiúrgica procedió una segunda, también con ángeles, potestades y tronos, y éstos fundaron otro cielo más abajo, que era el duplicado simétrico del inicial. Ese segundo cónclave se vio reproducido en uno terciario y ése en otro inferior, y así hasta 999. El señor del cielo del fondo es el que rige –sombra de otras sombras– y su fracción de divinidad tiende a cero.

La tierra que habitamos es un error, una incompetente parodia. Los espejos y la paternidad son abominables porque la multiplican y afirman. El asco es la virtud fundamental. Dos disciplinas (cuya elección dejaba libre el profeta) pueden conducirnos a ella: la abstinencia y el desenfreno, el ejercicio de la carne o su castidad.” (Subrayado por mí)

Para cada relato de Historia universal de la infamia basado en hechos reales Borges ofrece las fuentes de las que tomó los datos. En el caso del cuento sobre Hákim de Merv, presenta dos libros, uno de los cuales no existe: es el primer apócrifo documentado en Borges, que será pródigo en los mismos. Y la traducción, desde el alemán, de ese falso libro, se la adjudica a Xul, citándolo como Alexander Schulz.

Xul fue cada vez más partidario de inventar un lenguaje universal, que superara los errores que él veía en las lenguas naturales. Borges creyó, por el contrario, que la multiplicidad de las lenguas naturales enriquecía la cultura. Esa desavenencia cultural, filosófica, se hizo política durante el peronismo: se distanciaron aunque jamás rompieron la amistad y con los años volvieron a frecuentarse.

Xul pensaba que la hermandad humana necesitaba de una lengua en la que todos pudieran entenderse. Borges veía en ese idioma único el peligro del totalitarismo, que estaba asolando el mundo bajo la forma del nazismo y del comunismo.

Creía que la democracia y la libertad dependían del desacuerdo, del malentendido, de las dificultades de comprensión. De allí que creyera siempre, que la traducción era el núcleo central de nuestra cultura: tratar siempre de entender al otro sin llegar nunca a entenderlo del todo, y por eso volver, una y otra vez, a intentar una nueva traducción.

Volvamos a Tlön, Uqbar, Orbis Tertius: Borges cuenta allí que el mundo se está volviendo Tlön, que se está olvidando nuestra historia y la cultura pasada (que es nuestra cultura actual) y que ahora (en el presente del cuento) son las ficciones de Tlön las que ocupan ese lugar. El mundo está cambiando, haciéndose más totalitario. Y él, Borges, resiste. Y resiste traduciendo.

Así termina el cuento: 

“Entonces desaparecerán del planeta el inglés y el francés y el mero español. El mundo será Tlön. Yo no hago caso, yo sigo revisando en los quietos días del hotel de Adrogué una indecisa traducción quevediana (que no pienso dar a la imprenta) del Urn Burial, de Browne.”

Lo que nunca es perfecto nos hace libres.